La idealización de la falsa realidad
Originally posted on April 21, 2016.
Cuando somos chicos y estamos creciendo creamos mapas mentales sobre ciertos aspectos, uno de esos aspectos es la idealización. Idealización de personas, lugares, empresas, relaciones, ideologías, etc.
Idealizamos grandes ciudades como pueden ser New York, París o Roma.
Idealizamos a personas. Políticos, artistas, músicos, referentes sociales y deportistas son los más cotizados en el mercado de la idealización, aunque esto puede variar según nuestros propios intereses.
Idealizamos las empresas en las que, según Forbes o Fortune, todos queremos trabajar.
Idealizamos la relación de nuestros abuelos que después de 50 años juntos se siguen amando como el primer día.
En general, idealizamos todo aquello que vemos lejano y difícil de alcanzar.
Si tienes la suerte de caer en el casillero en el cual las personas tienen la posibilidad de estudiar, viajar y tener un trabajo acorde a su profesión, esa distancia y dificultad empiezan a disminuir considerablemente.
Ya no nos parecen tan atractivos los -10 grados del invierno en New York y los ridículos precios de sus alquileres.
Aquel político ya no es tan inteligente como nos pareció en su momento.
Descubrimos que en Silicon Valley no solo trabajan mentes brillantes y que la relación de nuestros abuelos es más costumbre que amor.
En la infancia y pre-adolescencia las cosas no son tan claras, es por eso que idealizar nos sirve para darle forma a las ideas, descubrir nuestras pasiones y mostrarnos que debemos esforzarnos para, al menos, estar un poquito menos lejos de aquello que consideramos como ideal.
Ahora, un poco más grande pero tampoco tanto, tengo una sensación cercana a la alegría por sentirme ‘menos lejos’, pero al mismo tiempo no puedo evitar sentir frustración por descubrir que aquellos ideales no existen como tales. Tal vez son sensaciones similares a la que me produce empezar y terminar de leer un libro.